lunes, 19 de diciembre de 2016

Los colores de mi pueblo

                                             archivo de sonido -los colores de mi pueblo-






Nunca los niños cucones
necesitaron maestro
para aprender los colores,
los conocieron creciendo
por los mágicos rincones
de nuestro precioso pueblo.
Blanco de sus casas blancas
que se apiñan en el cerro,
de las sutiles nevadas
que tapizan la montaña
cuando se arrecia el invierno,
de la leche de las cabras,
de la lana del cordero
y de la flor de la jara,
esa  mariposa inquieta
que nunca levanta el vuelo.
Gris en el rudo bornizo
de los alcornoques nuevos
y en los escarpados riscos
donde los machos monteses
hacen alarde de  cuernos.
Rojo de las amapolas,
de  las brasas de un buen fuego,
de  las pinturas famosas
que tanta gloria nos dieron
y el  fruto de las “madroñas”
que a nuestra Sierra Madrona
le dieron nombre hace tiempo.
Naranja en la bella estampa
del  atardecer rañero,
del níscalo que entre pinos
se asoma rompiendo el suelo
y  del tronco de alcornoque
recién  pierde su pellejo.
Verde de jara y de brezo,
de retama ,de  romero ,
de roble, encina y  enebro;
verde de los olivares
que se aferran a los pechos
y  del aceite de sierra
que hasta que llega a la mesa
requiere de mucho esfuerzo
por lo duro de esta tierra.
El  castaño en  los senderos,
en el pelo de la cierva,
 en  las bellotas morenas
que desde octubre a febrero
son reinas de  montanera.
Rosa en la flor de peonía
y el arrebol de poniente
que engalana puerto viejo
cuando terminan los días.
Los amarillos intensos,
en la elegante mimosa
que se despierta en enero
y en las flores de la hiniesta
que embellece los maderos
el tres de mayo en su fiesta.
Y cuando se  muere el sol,
y apaga el azul del cielo
se le acaba el alimento
a este espectro de color
y se muestra el color negro;
negro de la noche negra
 donde caza el cuquillero,
donde nacen las estrellas
y se descubren los miedos,
donde se escuchan los lobos,
donde se velan los muertos,
donde se cierran los ojos
para comenzar los sueños.



Guillermo Gutiérrez







viernes, 16 de septiembre de 2016

La berrea en Fuencaliente


LA BERREA EN FUENCALIENTE

Archivo de sonido para oir el poema recitado.



Cuando la grácil lluvia de septiembre
refresca las montañas de mi pueblo
su  salvaje  fauna se remueve
empujada  por la fuerza de su celo,
es entonces cuando se oyen, imponentes,
los ásperos bramidos de los ciervos .

Espectáculo sonoro en Fuencaliente,
que  en butacas de risco, por asiento,
el cucón al escucharlo se estremece
en las noches que la luna aclara el cielo;
comienza el cortejo entre las reses,
el valle, navalmanzano, el pezuelo,
peñaescrita  y  el robledo  se convierten
en hermosos escenarios del  berreo ,
 donde enérgicos y osados “venaos” nuevos
se afanan en robarle los harenes
 a robustos  y potentes “venaos” viejos.

De repente la sierra se enmudece
y se escucha el ruido sordo, seco,
que producen los dos machos valientes
con el chocar violento de sus cuernos.

¡Qué lujo es observar a los que vencen
consumar  con la cierva el apareo!,
y que triste saber que algunas veces
 en el duro y poderoso forcejeo
los cérvidos terminan por caerse
con sus astas enredadas  en el suelo
a la espera de una amarga y lenta muerte.


Guillermo Gutiérrez


Resultado de imagen de ciervo berreando


venado en berrea.

lunes, 30 de mayo de 2016

Nuestro toro de fuego.

Archivo de sonido: Nuestro toro de fuego




No es de Osborne, ni embolado,
tampoco es el de la vega;
no es el toro enamorado
ni el toro de la bandera.
No está atrapado en un ruedo
entablando una pelea
para evitar que un torero
lo deje muerto en la arena.
Nunca embiste con sus cuernos
ni tiene sangre en las venas;
no le cortan las orejas
ni lo arrastran por albero
cuando acaba la faena.

Es nuestro toro de fuego;
el que  ilumina la fiesta
con eléctricos rastreros
y refulgentes centellas
escoltado por mozuelos
en intrépida carrera;

el que embruja a los del pueblo,
el que enamora al de fuera;

el que al final de su  quema,
por bravo, valiente y bueno
lo indultan y se lo llevan
hasta la próxima feria.



Guillermo Gutiérrez



toro de fuego en plena carrera.






miércoles, 30 de marzo de 2016

Tragedia en "La charca de mata mujeres"


Archivo de sonido



Un veintinueve de junio
de mil novecientos once
se produjo una desgracia
en el río de los azores.

Estando Laureano Rubio
en una poza de mote,
charca de mata mujeres,
tuvo el infortunio  el pobre,
mientras que tomaba un  baño
de no mantenerse a flote.

Tres amigos que allí estaban,
al ver que se ahogaba el joven
se precipitan al agua
y rápido lo socorren,
pero para natación
no tenían muy buenas dotes
y ni siquiera lograron
aproximarlo hasta el borde.

No lo podían rescatar,
y pidiendo auxilio a voces
llegó gente hasta el lugar,
y un tal  Pedro Gómez López
fue quien lo sacó al final,
recibiendo un duro golpe
al no verlo respirar.

 El médico por entonces
era Manuel Quintanilla,
aquél que prestó su nombre
a una calle de esta villa,
buen doctor y mejor hombre,
quien se percató enseguida
y certificó a la postre
que había perdido la vida.

Tras recuperarse el orden
se le informó a la familia
y también a Antonio Conde,
dueño de la barbería
donde fue oficial de corte.
Descansa en paz Laureano
donde quiera que te encuentres,
siempre  tendremos  presente
que aquella maldita charca
no mató sólo mujeres.


Guillermo Gutiérrez.





Recorte de prensa de la noticia.

viernes, 8 de enero de 2016

Caballos Alados


-Caballos Alados-
Miguel Sánchez dedica este poema a todos aquellos que 
entregaron su niñez para cuidar de sus cabras por
las Sierras de Fuencaliente.

Caballos alados-archivo de sonido
Hay en mi pueblo un cabrero
que fue viejo antes que niño,
ya se buscaba el sustento
cuando no tenía equilibrio
gateando por el suelo
mamando como los chivos.

Aprendió a escuchar el viento,
a leer sobre la escarcha,
el sol le hablaba del tiempo
y la luna lo acunaba.


Ganado, sierras y montes,
en jarales y quemados;
ríos, fuentes, alcornoques,
los años fueron pasando
sin disfrutar de alboroques
que otros hombres le contaron.

En silla baja sentado
junto al umbral de la puerta
contra un fondo enjalbegado
cuando el sol ya va de puesta,
me lo encuentro contemplando,
con la mirada entreabierta
como un niño ilusionado,
esas nubes de cometa,
esos caballos alados
movidos con brisa fresca.

Ahora que ya eres un niño
deja correr el pasado
aferrándote con mimo
a esos caballos alados.


Autor: Miguel Sánchez.

Niño cabrero