miércoles, 22 de octubre de 2014

Soneto a la fiesta de la candelaria


 

Cuando llega el uno de febrero
y se empieza a quemar la candelaria,
la plaza, que siempre está solitaria,
esa noche parece un hervidero.

Migas ricas debe hacer el cocinero,
en esta vieja fiesta centenaria,
si quiere que al pasar la comisaria
le conceda el honor de ser primero.

Pero lo bonito de esta algazara,
es que, sin motivos y sin razones,
llevando siempre encima la cuchara,

los muchachos, con corchas o con tapones,
a las muchachas les tiznan la cara,
y salen corriendo como ciclones.

Guillermo Gutiérrez




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